Que la actividad física tiene un sinnúmero de beneficios es algo más que probado y de lo que se ha ido tomando cada vez más conciencia en los últimos años. Sin embargo, hay muchos deportes convencionales que, por falta de energías, tiempo o espacios adecuados, vamos dejando atrás a medida que crecemos. ¿Hay alguna actividad física que podamos seguir realizando y disfrutando a cualquier edad sin riesgos ni contraindicaciones? ¡Ha llegado el momento de recuperar (o integrar) el baile en nuestras vidas!
Los beneficios del baile en el día a día de un adulto van más allá de los de cualquier deporte clásico, tanto para el cuerpo como para el alma. Entre los motivos clave para incluir el baile en nuestra rutina se halla el tremendo impacto positivo que genera en nuestro estado físico a múltiples niveles. El primero de ellos es el fortalecimiento de los músculos. En una vida marcada por la falta de actividad o demasiadas horas en la misma postura, realizar actividad física que rete a nuestro cuerpo va a aumentar nuestra calidad de vida, permitiéndonos sentir una mejora considerable cuando carguemos las bolsas de la compra o juguemos con nuestros nietos.
La mejora de la musculatura no se traduce únicamente en mayor fuerza física, sino que tiene un impacto de lo más positivo también en nuestra postura general, pues el fortalecimiento de los músculos de la espalda y extremidades ayuda a mantener una mejor postura, disminuirá muchos dolores molestos y facilitará nuestro día a día.
Más allá de los músculos, el baile también refuerza nuestro sistema óseo. Numerosos estudios han demostrado que este tipo de esfuerzo físico impacta positivamente en la densidad de nuestros huesos, incrementando el tejido de nuestro esqueleto para mantenernos más fuertes y estables, lo que afectará muy positivamente a los pequeños esfuerzos diarios e incluso ayudará a prevenir dolencias como la osteoporosis.
Se dice que un corazón sano es un corazón feliz y, como no podía ser de otra forma, bailar tiene también un impacto maravilloso en este órgano fundamental para nuestra salud física y estabilidad emocional. Esta clase de ejercicio aeróbico en que movemos todo nuestro cuerpo es ideal para el ritmo cardíaco. Un corazón fuerte y ejercitado se proyecta en una mejor circulación sanguínea, lo que a su vez tiene un efecto muy poderoso en nuestro sistema respiratorio, haciendo que nos sintamos mucho mejor, más activos y menos fatigados.
Este incremento en nuestra resistencia física, tanto en lo que a músculos como capacidades se refiere, se va a traducir en una mayor resistencia general a la hora de afrontar los pequeños o grandes retos de la jornada. Un cuerpo activo y despierto conlleva de forma natural un mejor sentido del equilibrio y una mayor flexibilidad al realizar un ejercicio de poco impacto respetuoso con nuestras articulaciones. Estos beneficios van a traer consecuencias como una menor fatiga, disminución de muchos dolores, mayor estabilidad física y, por tanto, prevención contra caídas y otros males.
Además, un ejercicio físico continuo, moderado pero constante en el tiempo, sumado a una dieta saludable, va a ser un seguro a la hora de mantener el peso saludable con los años, lo que se va a traducir en una mejor calidad de vida y un menor riesgo de padecer ciertas dolencias.
Pero si los beneficios a nivel físico son evidentes, las repercusiones positivas en el plano mental y emocional no se quedan cortas. Y es que, cuando imaginamos a una persona bailando, sea a la edad que sea, cuesta no verla con una sonrisa en el rostro. Un ejercicio físico tan expresivo como la danza regula los niveles de dopamina y aumenta la serotonina lo que, básicamente, significa una mejora del estado de ánimo y un mejor humor, reduciendo el estrés.
Otro aspecto de lo más positivo en esta clase de deporte que notan quienes lo practican es un incremento notable de la autoestima y la confianza. Muchas situaciones sociales a veces nos obligan a reprimirnos o ser discretos, pero el baile busca precisamente lo contrario al empujarnos a la expresión y la exaltación de nosotros mismos, haciendo aflorar nuestras emociones y validando lo que sentimos.
Además, y aunque no tiene por qué ser forzosamente así, el baile es una actividad que suele practicarse en grupo. Expresarnos junto a otras personas aumenta el efecto comentado y ayuda a sociabilizar con personas con las que, desde el minuto uno, ya tendremos en común una afición de lo más saludable y divertida. Ello ayuda a prevenir el aislamiento, aumentar la diversión y conocer a nuevas personas, lo que aporta frescura y energía a nuestra vida.
El cerebro también se va a beneficiar poderosamente si integramos este ejercicio a nuestra rutina, pues no sólo ejercitaremos nuestra condición física sino también las conexiones y actividad de este órgano. Por su naturaleza, el baile requiere de una coordinación y reflejos que constituye un reto para cualquier novato, y que va a ejercitar nuestro cerebro de forma muy estimulante.
La memoria también se va a ver enormemente beneficiada por esto: la asimilación de patrones o movimientos concretos, vinculados a un orden, ritmo o música específicos, mantendrá nuestra memoria joven y despierta de una forma divertida como pocas. Se ha demostrado, incluso, que el baile puede llegar a revertir la disminución natural del tamaño del hipocampo, la parte de nuestro cerebro a cargo de la memoria.
Finalmente, no es menor el hecho de que la danza nos va a ayudar a mejorar la calidad de nuestro sueño. Un ejercicio tan completo tanto para el cuerpo como para la mente nos dejará en un estado de cansancio agradable en el que nuestro cuerpo buscará un sueño reparador para nuestros músculos y también para nuestra alma, disfrutando de largas noches de descanso antes de encarar la siguiente sesión.
Ya sean unos pasos de salsa, animada zumba, la exótica danza del vientre, hip hop o un elegante vals, bailar a cualquier edad va a ser no sólo un ejercicio fantástico física, mental y emocionalmente, sino también una forma de pasarlo estupendo y conocer nuevas personas. ¿A qué esperas para ser una de ellas?