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Escapada otoñal a Rumanía: mucho más que el castillo de Drácula

Cuando pensamos en visitar este país situado al Este de Europa, nuestra mente vuela de forma inconsciente a la fortaleza medieval que inspiró a Bram Stoker para ambientar su Drácula. Sin embargo, Rumanía es mucho más que una visita obligada para los amantes del terror y lo gótico. Desde sus ciudades más metropolitanas a los rincones más salvajes, este país nos ofrece un amplio abanico cultural e histórico que no puedes perderte.

Un país inexplorado

Miembro de la Unión Europea desde inicios del 2007, Rumanía permanece aún como un Estado lejano o desconocido para muchos. Su misticismo natural y la representación del país en la literatura y el cine no reflejan por completo su gran diversidad, fruto del cruce entre Occidente y Oriente. De inviernos duros y veranos suaves gracias a su proximidad con el Mar Negro, este país de origen pastoril y agitada historia reciente tiene todo lo que se le puede pedir a un viaje donde el misterio, la aventura y la tradición serán los protagonistas.

Joyas arquitectónicas

Pese a no ser tan recurrentes en Instagram como París o Londres, las regiones y ciudades de Rumanía ofrecen nada menos que nueve edificaciones o paisajes calificados como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Sus incontables castillos medievales se erigen en sus zonas más rurales con porte majestuoso y aura de fantasía: desde la espectacular joya gótica que es el castillo de Corvin hasta el colorido y pintoresco palacio de Peles en Sinaia, pasando por la fortaleza militar de Rasnov o el célebre Castillo de Drácula, merecedor de un párrafo aparte.

En contraposición a tales lugares de cuento, los apabullantes edificios de la era soviética se elevan en las ciudades, proyectando las sombras de la Guerra Fría que dividió al mundo durante el siglo XX. Destacan también los monasterios religiosos de este país con tradición ortodoxa, especialmente los situados en la región de Buscovina, al norte del país: Voronet y Moldovita. Llamados monasterios pintados por sus incontables frescos tanto en los interiores como en las fachadas, ofrecen unos colores y una espiritualidad inimitables.

Bucarest, su capital

De entre todas las ciudades del país, ninguna es más famosa que su capital: Bucarest. La “París del Este” se presenta como una metrópolis en constante evolución, adaptándose a los tiempos con la diversidad y la cultura como estandartes. A las estructuras soviéticas se suma el Palacio del Parlamento, espectacular edificación de corte rectangular situada sobre la Colina Spirii, sede política del país; o la Casa Presei Libere, el edificio más grande de toda Rumanía durante décadas.

Además, esta capital europea resulta culturalmente fascinante. El Museo de Historia Nacional de Rumanía muestra con orgullo la trayectoria del país a lo largo del tiempo, mientras que el Museo Nacional de Arte de Rumanía da cabida a multitud de obras del país tanto medievales como modernas. Otros imprescindibles de la ciudad son el Palacio de Cotroceni, residencia del presidente, la Mansión Ceausescu, recuerdo de los líderes soviéticos del pasado, o el Museo Satului, conservador de los modos de vida más rurales de Rumanía.

Naturaleza inexplorada

Si lo que buscas es una aventura por lo salvaje, que te aleje del bullicio de las ciudades y te permita conectar con la naturaleza, las zonas rurales del país son para ti. Los Montes Cárpatos, la segunda cordillera más grande de Europa, cruzan el país de forma imponente, ofreciendo a sus visitantes un espacio en el que perderse, hacer esquí en invierno o practicar el trekking todo el año.

La belleza del Danubio, capaz de inspirar una de las melodías más hermosas de siempre, se puede admirar de forma privilegiada desde las Puertas de Hierro, un conjunto de desfiladeros cercanos al río. Las playas acariciadas por el Mar Negro aportarán paz a quien visite sus costas y balnearios. Por último, la región histórica de Maramures, al norte, supone una opción irresistible para quienes quieran conocer de cerca el folklore y la vida de sus campesinos.

El hogar de la leyenda

Pese al título de esta guía, no podíamos dejar de lado el famoso castillo de Bran en Brasov, Transilvania. Esta fortaleza de más de 500 años fue, según las leyendas, el hogar de uno de los mandatarios más célebres y sanguinarios que se haya visto: Vlad Tepes de Valaquia, también conocido como… Vlad el Empalador, tirano feudal que torturó y decapitó a multitud de inocentes o rivales con tal de asegurar su dominio y poder.

Este castillo de paredes pálidas y tejas del color de la sangre se eleva entre la vegetación de los Cárpatos Transilvanos envuelto en un aura de cuento. Y es que fue esta la fortaleza que inspiró la obra más famosa de toda la narrativa gótica: Drácula de Bram Stoker, origen de uno de los monstruos más destacados de la fantasía y referente absoluto para todos los chupasangres que han venido después.

Si ello no fuese suficiente, hay que saber que Transilvania es más que un castillo. El poblado a su alrededor es una joya para los curiosos donde folklore, comida tradicional y siniestros suvenires se mezclan en sus calles. La Iglesia Negra, construida por sajones transilvanos, se mantiene firme pese al terrible incendio perpetrado por invasores del pasado. El Glaciar de Scarisoara, en el Parque Nacional Apuseni, es la cueva glaciar subterránea más grande del país y sus reflejos no dejan indiferente. Por último, la Salina Turda contiene unas minas de sal aprovechadas desde hace casi mil años.

¿Qué comer en Rumanía?

Por último, pero no por ello menos importante, debemos pararnos a hablar de la gastronomía rumana. Y es que esta lejana cultura ecléctica sorprende por sus sabrosos platos tradicionales, ideales para mantener las energías durante nuestra aventura, combatir el frío en los últimos meses del año y conocer de cerca esta rica cultura.

En una tierra de inviernos fríos, las sopas son una opción idónea para mantenernos calentitos. La ciorba es uno de los platos más típicos, y es que estos caldos aceptan multitud de ingredientes como verduras, pollo y ternera, o incluso pescado, con el toque especial de la guindilla. Otra opción típica es el sarmale: hojas de repollo que se rellenan con carne o verduras a modo de rollito, reservadas para ocasiones especiales.

Si hablamos de carnes, las brochetas a la parrilla o frigarui son una opción sabrosa y cómoda, elaboradas con vegetales y carnes que incluyen cerdo o cordero, mostrando su tradición pastoril. También encontramos la tocanita, un estofado de carnes varias acompañado en este caso por patatas. Se suele bañar con vino para darle un toque más caldoso para las festividades navideñas.

Y como postre, tras tan sabrosos manjares, no puede faltar el cozonac: uno de los dulces estrella de Rumanía. Hecho con harina, huevos, leche y mantequilla, y adornado por nueces y azúcar, es el protagonista especialmente durante la Pascua.